miércoles, 10 de junio de 2015

HANNSPREE


Hay algo que huele raro. Creo que son mis pies.
Las gotas de sudor caen por mis mejillas e inundan mi pecho.
Mis manos se derriten lentamente.
Creo que podría convertirme en sudor si quisiera. De hecho estoy seguro de que podría.
Todos y cada uno de los pliegues de mi cuerpo convertidos en pequeñas y repugnantes charcas.
Los excesos de grasa irritados por la humedad.
Mi cabeza se tambalea. ¿Hace calor? La última vez que estuve aquí lo hacía. Debe ser eso, hace calor.
Mi espalda se desliza por el respaldo de la butaca y salgo de la funda impermeable de piel asquerosamente mojada que me cubría.
Ahora soy yo.
Abriré la ventana y saldré volando. El sudor no podrá seguirme más arriba de las nubes.
¿O sí?.
No.
El sudor no vuela.

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