martes, 15 de septiembre de 2015

Del monarca al presidente

Durante siglos, la figura del rey o monarca ha englobado la totalidad del poder de un estado.
Desde un punto de vista reflexivo, podemos atribuir éste hecho a la necesidad de los individuos de plasmar su imposibilidad de ejercer ningún poder en la maquinaria social, que, como tal, queda inscrita en la figura del monarca, es decir, el monarca es únicamente un simbolismo de la negatividad de los sujetos, de su incapacidad, en la forma de algo totalmente opuesto, una figura sobre la que recae todo el poder. Expuesto de esta manera puede parecer que el monarca no fuera solo un representante simbólico, sino que, al recaer sobre él todo el poder, tiene un contenido más allá del vacío que representa, pero, como realmente sabemos, ésto no es así. Desde tiempo atrás, la figura del monarca, aunque sí representa el poder al que sus súbditos han de ser sumisos, nunca lo ha hecho en forma de autoridad (en el sentido estricto de la palabra), es decir, el monarca nunca ha tenido una autoridad real para sus súbditos más allá que su propia posición como monarca. El pueblo sabe a la perfección que el monarca tiene una cámara de consejeros que son los que realmente toman las decisiones, que el monarca tiene un ejército que realmente es el que  defiende al propio pueblo (tanto de agentes externos como de sí mismo) y que el monarca tiene incluso un gobierno que es el que gestiona el estado. Así, queda claro que el monarca, más allá del englobamiento del vacío, de la imposibilidad, más allá de representar una negatividad, no tiene ningún valor, pero aún así, a pesar de su carácter facultativo, es (o era), la única forma de estructurar la sociedad, el estado, y de conferirle un carácter cerrado.
Sin embargo, la sociedad ha ido avanzando y la posibilidad de una nueva forma de gobierno ha ido ganando cada vez más seguidores. La conocida como república, en la cual la figura del monarca desaparece, se reafirma como un sistema competente opuesto a la monarquía. Pero, ¿es realmente un sistema opuesto a la monarquía, o simplemente es un sistema homólogo? Es decir, ¿es la figura del presidente (que encarna el poder de la república demócrata) opuesta a la del monarca? Obviamente, en este análisis estamos dejando fuera la monarquía democrática, en la cual existen ambas figuras, tanto la de presidente como la del monarca, pero, que al ser un estado de transición entre las dos, el análisis es perfectamente aplicable. El presidente republicano no deja de representar, al igual que el monarca, la imposibilidad radical del pueblo de gestionar la sociedad en la que reside. Y aún más allá, el presidente no es solo una representación del pueblo, si no que es también una representación del partido al que pertenece, que es elegido por el propio pueblo en un acto simbólico de su castración, llamado "elecciones". En el momento en el que el pueblo elige un partido en las elecciones para que éste asuma el gobierno, se despreocupa de su incapacidad para cambiar las cosas, pero no por el hecho de considerar que el partido electo es apto y competente para hacer su papel, pues en la mayoría de los casos la posición es de cinismo absoluto ("si nos roban algunos, prefiero que sean estos", "todos los políticos son iguales, pero estos por lo menos...", etc), si no por el hecho de que nuestra imposibilidad queda simbolizada.

sábado, 29 de agosto de 2015

Crítica a la razón cínica

Somos conscientes de nuestra propia existencia dentro de un mundo material que nos rodea. Aún así, desconocemos el origen de ese mundo material. Sabemos que pertenecemos a él, pero no sabemos en qué grado, es decir, no sabemos si realmente nosotros somos parte material de ese mundo o si pertenecemos a él de forma ilusoria, imaginaria. No obstante, sabemos que lo que a nuestro al rededor se ha construido es una fantasía. Somos cómplices de una gran mentira, de una realidad que no es real, pero que aún así aceptamos como tal, a sabiendas de nuestro falso reconocimiento. Esto es lo que conocemos en cierto modo como cinismo. Sabemos que realmente toda la estructura social que nos rodea no tiene ningún sentido, es totalmente incongruente, pero la aceptamos, desde la distancia, con tono sarcástico y de crítica, pero aceptándola. Así, nuestra gran mentira avanza, evoluciona, permitiéndonos alcanzar cierta plenitud, permitiéndonos llegar a un cierto grado de harmonía con nuestro ser interior. Nosotros como sujetos nos integramos en una mentira a sabiendas para poder completarnos, pero esto va en contra de nuestra propia esencia. El sujeto es sujeto en tanto en cuanto es consciente de su propia existencia como sujeto, es decir, en el momento en el que aceptamos la falsa realidad como real, estamos negando nuestra existencia como sujetos reales, pues asumimos que la fantasía en la que nos expresamos como sujetos es real, por lo que nuestra existencia como sujetos es, al igual que la realidad en la que se expresa, de carácter fantástico, es decir, una mentira.
Este punto de vista sobre la ideología nos hace ver que realmente nosotros, como sujetos, hemos de deshechar la idea de una realidad imaginaria, fantástica, y aceptar nuestra condición de sujetos reales. Para ello hemos de deshacer la fantasía en la que hemos instaurado nuestra existencia y buscar la verdadera realidad, pero, obviamente, esta idea nos arroja una pregunta, ¿cuál es la realidad real?.

sábado, 22 de agosto de 2015

Sábado por la noche

La luz sobre mis ojos.
En el coche azul.
Los colores que bailaban.
Pero no era yo.
Eran diferentes, eran reales.
Por qué no pude verlo?
El poder de lo que pudo ser  y no fue, inundando mi retina.
El charco de impotencia.
Los dos nos miramos, pero tu ya no eras tú y yo, aunque era yo , jamás pude ser el mismo.
Adiós, dulce agonía.
Nos veremos cuando crezca.

jueves, 25 de junio de 2015

REDACTAR

El calor caía en su espalda.
Las gotas de sudor se deslizaban por su columna.
Los colores se confundían, derritiéndose sobre él.
Miró al sol directamente y le dijo:
"Hoy no me das miedo".

jueves, 11 de junio de 2015

QUÉDATE CON LO BUENO DE LA VIDA

Atracó el barco en nuevo puerto.
Acogedora bienvenida en el muelle.
Cosas que ningún hombre había visto antes se presentaban ante sus ojos.
Señores con grandes bocas incapaces de decir palabras,
relojes que no marcaban la hora
y un  cielo que no era hermoso.
¿Lo había sido alguna vez? Se preguntaba mientras lo observaba.
Nunca se había parado a pensarlo.
"Mis padres decían que lo era, y nunca me han mentido".
Pero aquel cielo no era hermoso, aunque tampoco diferente.

miércoles, 10 de junio de 2015

HANNSPREE


Hay algo que huele raro. Creo que son mis pies.
Las gotas de sudor caen por mis mejillas e inundan mi pecho.
Mis manos se derriten lentamente.
Creo que podría convertirme en sudor si quisiera. De hecho estoy seguro de que podría.
Todos y cada uno de los pliegues de mi cuerpo convertidos en pequeñas y repugnantes charcas.
Los excesos de grasa irritados por la humedad.
Mi cabeza se tambalea. ¿Hace calor? La última vez que estuve aquí lo hacía. Debe ser eso, hace calor.
Mi espalda se desliza por el respaldo de la butaca y salgo de la funda impermeable de piel asquerosamente mojada que me cubría.
Ahora soy yo.
Abriré la ventana y saldré volando. El sudor no podrá seguirme más arriba de las nubes.
¿O sí?.
No.
El sudor no vuela.

Cargando (55%)

- Cien  hormigas brotan...

- Yo sólo he contado noventa y ocho.

- Está bien. Noventa y ocho hormigas brotan de...

- ¿Estás seguro de que son hormigas? A mí no me lo parecen.

- ¿Y qué son?

- No lo sé. Insectos. Son insectos, de eso estoy seguro.

- Noventa y ocho insectos brotan de mi alma...

- No es tu alma.

- ¿Cómo puedes estar seguro?

- No seas estúpido. Sé donde está el alma. Eso no es tu alma. Tu hígado, como mucho.

- Noventa y ocho insectos brotan de mi hígado y roen mis entrañas...

- Los insectos no roen.

- ¿Quién lo dice?

- El significado de roer. Son insectos, no roen. Pican.

- Tienes razón. Noventa y ocho insectos brotan de mi hígado y pican mis entrañas. Creados por mí, igual que te he creado a ti y he creado los colores.

- Pero no lo has hecho.

- Ya lo sé, estoy exagerando.

- Pues no lo entiendo.

- ¿Qué no entiendes?

- Cómo puede alguien haber creado los colores.

- Yo tampoco lo entiendo, la verdad.

- Entonces no lo digas.

- Noventa y ocho insectos brotan de mi hígado y pican mis entrañas. Creados por mí, igual que te he creado a ti. Noventa y ocho insectos que descienden por mi brazo y que cuando salen por mi mano...

- ¿Cómo?

- ¿Cómo qué?

- ¿Cómo salen de tu mano? Yo no los he visto salir.

- Lo hacen.

- Me gustaría saber cómo.

- No lo sé, nunca me he parado a mirarlo. Por debajo de las uñas, supongo.

- Deberías especificarlo.

-Noventa y ocho insectos brotan de mi hígado y pican mis entrañas. Creados por mí, igual que te he creado a ti. Noventa y ocho insectos que descienden por mi brazo y que cuando salen por mi mano, por debajo de las uñas, quedan aplastados contra el papel, en forma de palabras.

- ¿Y qué dicen?

- Componen poesía.